To Arms! (A Christmas exercise that will never come to light) / A las armas!!!! (un ejercicio navideño que nunca verá la luz)
We are now in the holiday season, a period that, in terms of lighting, displeases us due to its ostentation and lack of aesthetic taste. Furthermore, we cannot stop thinking about the exorbitant spending of public budgets and the energy consumption it entails every time we step outside. Our cities seem to measure their relevance by the height of their Christmas trees and position themselves on tourist maps based on the brightness they project into space.
Since we began working with light, we have taken advantage of this season to carry out an aesthetic and reflective exercise in the form of a provocative Christmas decoration. We’ve ventured into the streets to create guerrilla art pieces, and we also enjoy imagining projects that, although we know they will never be realized, summarize concerns or events that deeply unsettle us.
Our proposals have addressed numerous contemporary issues. From environmental concerns to social reflections, we have tackled problems that worry us. Recently, the topic of war has taken over our imagination. Every day we feel it closer, and we need to highlight the absurdity of ignoring it while decorating our cities with bright and ornamental lights.
This year, we’ve fantasized about a large-scale piece (dreaming is free). We imagined trees and garlands typical of the season, constructed from illuminated toy weapons. In our vision, these weapons would come from donations by families who decide to remove them from their children’s play routines.
Ideally, we hope that, upon seeing these colorful plastic weapons transformed into Christmas decorations, people would question whether it is truly necessary to give these kinds of toys as gifts and what values we are transmitting with them. Most importantly, they would reflect on why we celebrate so ostentatiously while witnessing, in real time, how children suffer and die in wars of hatred that have nothing to do with them.
Whether we like to admit it or not, war is becoming increasingly present in our reality, and toy weapons, even if made of plastic, perpetuate an idea we should not normalize.
We imagine a large mountain or tree filled with toy pistols, rifles, and machine guns, serving as a colorful and luminous monument to disarmament and surrender. Transforming objects traditionally tied to war imagery into a piece displayed on the streets might make us pause, even briefly, to consider what we teach and transmit to children and what we wish for their future.
The proposal would be simple to execute, using the conical structures often rented in towns to set up Christmas trees. These would be covered with toy weapons illuminated from within, transforming them into an explosion of color and recognizable shapes. The garlands would follow the same logic: the lights crossing the streets would be adorned with toy weapons of various sizes and colors, tangled together in a chaotic but luminous display.
Let’s be realistic: this proposal will never come to fruition. Not because it is technically complicated, but because it feels uncomfortable during a festive season full of «good» love and consumerist excess. Furthermore, its execution would require significant logistical effort and considerable dedication from all parties involved. It would involve finding institutions and associations willing to participate in collecting the toys over an extended period, coordinating all the logistics, and finally producing the project.
But since imagining is something we excel at, we leave this light proposal here, one that will never see the light of day. And in the meantime, we remain in the dark to celebrate, as we do every year, that we don’t have much worth celebrating.
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Ya estamos en la época navideña, un periodo que, lumínicamente, nos desagrada por la ostentación y la falta de gusto estético. Además, no podemos dejar de pensar en el gasto desorbitado de los presupuestos públicos y el consumo energético que conlleva cada vez que salimos de casa. Nuestras ciudades parecen medir su relevancia por la altura de sus árboles navideños y se posicionan en los mapas turísticos según el brillo que proyectan al espacio.
Desde que comenzamos a trabajar con la luz, hemos aprovechado estas fechas para realizar un ejercicio estético y reflexivo en forma de decoración navideña reivindicativa. Hemos salido a la calle a crear piezas de guerrilla y también nos gusta imaginar proyectos que, aunque sabemos que nunca se llevarán a cabo, resumen preocupaciones o hechos que nos inquietan profundamente.
Nuestras propuestas han abordado numerosos temas de actualidad. Desde cuestiones medioambientales hasta reflexiones sociales, hemos tratado problemáticas que nos preocupan. Últimamente, el tema bélico se ha apoderado de nuestro imaginario. Sentimos la guerra cada vez más cerca y necesitamos mostrar lo absurdo de ignorarla mientras decoramos nuestras ciudades con luces brillantes y ornamentales.
Así que, este año, hemos fantaseado con una pieza navideña de envergadura (soñar no cuesta). Imaginamos árboles y guirnaldas típicos de estas fechas, construidos con armas de juguete iluminadas. En nuestra visión, estas armas provendrían de donaciones de familias que deciden retirarlas de la rutina de juegos de sus hijos.
Idealmente, suponemos que, al encontrar estas armas plásticas y coloridas transformadas en decoración navideña, las personas se cuestionen si realmente es necesario regalar este tipo de juguetes y qué valores estamos transmitiendo con ellos. Y, lo más importante, reflexionar sobre por qué celebramos de forma tan ostentosa mientras vemos, en directo, cómo la infancia sufre y muere en guerras de odio que nada tienen que ver con ellos.
Nos guste o no reconocerlo, la guerra está cada vez más presente en nuestra realidad, y los juguetes bélicos, aunque sean de plástico, perpetúan una idea que no deberíamos normalizar.
Nos imaginamos una gran montaña árbol lleno de pistolas, rifles y metralletas de juguete, a modo de monumento infantil al desarme y la rendición, con un aire colorido y luminoso. Transformar objetos propios de la iconografía bélica, en una pieza expuesta en las calles, podría hacer que, por un rato, pensemos en lo que enseñamos y transmitimos a los niños, y sobre lo qué deseamos para su futuro.
La propuesta sería sencilla de ejecutar, utilizando las estructuras cónicas que suelen alquilarse en los pueblos para montar árboles navideños. Estas se cubrirían con juguetes bélicos iluminados desde el interior para transformarlos así en una explosión de color y formas reconocibles. Las guirnaldas seguirían la misma lógica: las luces que cruzan las calles estarían llenas de armas de juguete de diferentes tamaños y colores, entrelazadas en una maraña caótico luminosa.
Seamos realistas: esta propuesta nunca se llevará a cabo. No porque sea técnicamente complicada, sino porque resulta incómoda para estos momentos festivos cargados de amor del bueno y de derroche consumista. Además, su ejecución requeriría un gran esfuerzo logístico y una dedicación considerable por parte de todos los implicados. Habría que encontrar instituciones y asociaciones dispuestas a involucrarse en la recolección de los juguetes durante un largo tiempo, coordinar toda la logística y, finalmente, producir el proyecto.
Pero, como imaginar se nos da bien, dejamos aquí esta propuesta de luz que nunca verá la luz. Y mientras tanto, nos quedamos a oscuras para celebrar, como cada año, que no tenemos mucho bueno que celebrar.