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The Glow of What Doesn’t Shine / El brillo de lo que no brilla

 

 


 

 

 

 

In recent years, during the Christmas season, we have witnessed how cities transform into stages filled with glimmers and lights. Dazzling displays, neon spectacles covering trees, façades, and parks, turn the ordinary into something almost surreal. These interventions, while impressive, create a contradiction: they amaze us with their ability to transform spaces and capture public attention, yet at the same time, they overwhelm us and disconnect us from their original essence.

What was once a Christmas tree is now a cone of light; the natural elements of parks resemble plastic decorations straight out of a bazaar; flowers and animals that adorn gardens are made of light bulbs and synthetic materials. These transformations render the natural unrecognizable, designed solely for consumerist spectacle and fleeting Instagrammable experiences. In this context, a question arises: how have we come to perceive nature only when it is turned into a visual show?

From this reflection emerges the idea of «The Glow of What Doesn’t Shine». We envisioned reimagining an object as ordinary as a rock, transforming it to make it more «appealing» to the audience. We imagined it covered in mirrors, turned into an imperfect disco ball slowly rotating, casting reflections in a public space designed to invite contemplation.

A monumental rock, which in its original state might go unnoticed, when covered in mirrors and placed on a rotating platform, becomes the centerpiece of a visual spectacle. Beams of light from spotlights installed around it fill the space with a hypnotic play of lights. Its cyclical and constant motion evokes the Earth’s rotations and the natural cycles we often overlook. The mirrors covering it, though transformed, have a natural origin, reminding us of the deep connection between what we consider artificial and the natural world it comes from.

Around the large rock, smaller stones, also covered in mirrors, could serve as seating for visitors to pause, observe, and engage with the experience.

The goal is not to beautify but to highlight what has always been there, transforming it to amplify its visual impact without stripping it of its essence. While observing the object in motion, one might begin to wonder: why do we increasingly need something to be spectacular to give it our attention? What does this say about our relationship with our environment?

Under its dazzling appearance, this proposal critiques our society’s superficiality. We have grown accustomed to taming the wild, molding it to fit our ideas of beauty and making it easier to control. In the process, we have lost respect for and connection with the essential. Here, the rock, covered in mirrors, does more than reflect light; it reflects our disconnection. It multiplies our image into thousands of fragments, reminding us that, even though authenticity exists, we prefer what is designed to please us and to share on social media.

We do not aim to provide answers but to pose necessary questions. We invite you to sit down, observe the interplay of lights, and reflect: could we learn to see authenticity with fresh eyes? Or will we continue seeking only what glows, but doesn’t truly illuminate us?

From a practical perspective, considering the challenge of transporting a large rock to a public space, we propose creating an artificial rock using cement or papier-mâché with a metal structure. This approach would reduce its weight and facilitate installation on the rotating platform while maintaining the work’s essential character without resorting to synthetic materials. Of course, we always rely on the collaboration of local volunteers to help us dress the rock with the brilliance and glamour we envision.

Incidentally, the idea of using the disco ball concept to bring attention to what no one notices has been on our minds since 2014, when we imagined covering mundane urban furniture with tiny, shining mirrors to celebrate the shared and free use of public space. «Celebrating public spaces«.

We hope we can bring this idea to life soon.

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En los últimos años, durante las festividades navideñas, hemos visto cómo las ciudades se transforman en escenarios llenos de destellos y brillos. Luces que deslumbran, espectáculos de neón que cubren árboles, fachadas y parques, convierten lo cotidiano en algo casi irreal. Estas intervenciones, aunque impresionantes, generan una contradicción: nos sorprenden por su capacidad de transformar el espacio y captar la atención del público, pero al mismo tiempo nos saturan y nos desconectan de su esencia original.

Lo que antes era un árbol navideño ahora se convierte en un cono de luz; los elementos naturales de los parques parecen adornos de plástico salidos de un bazar; las flores y animales que decoran los jardines están hechos de bombillas y materiales sintéticos. Estas transformaciones convierten lo natural en algo irreconocible, diseñado únicamente para el espectáculo consumista y la fugaz experiencia instagrameable. En este contexto, surge la pregunta: ¿cómo hemos llegado a percibir lo natural solo cuando se convierte en un show visual?

De esta reflexión nace la idea de «El brillo de lo que no brilla». Nos planteamos reimaginar un objeto tan cotidiano como una roca, transformándolo para hacerlo más «atractivo» a los ojos de la audiencia. La visualizamos cubierta con espejos, convertida en una bola imperfecta de discoteca que giraría lentamente, proyectando destellos en un espacio público diseñado para invitar a la contemplación.

Una roca monumental, que en su estado original podría pasar desapercibida, al ser revestida con espejos y colocada sobre una plataforma giratoria, se convierte en el centro de un espectáculo visual. Haces de luz provenientes de focos instalados alrededor llenan el espacio con un juego hipnótico de luces. Su movimiento, cíclico y constante, evoca los giros de la Tierra y los ciclos naturales que a menudo ignoramos. Los espejos que la cubren, aunque transformados, tienen un origen natural, recordándonos el vínculo profundo entre lo que consideramos artificial y el mundo del que proviene.

Alrededor de la gran roca, podrían disponerse piedras más pequeñas, también revestidas de espejos, que funcionarían como asientos para que los visitantes se detengan a observar y participar en la experiencia.

El objetivo no es embellecer, sino poner en valor lo que siempre estuvo ahí, transformándolo para amplificar su impacto visual sin despojarlo de su esencia. Al contemplar el objeto en movimiento, quizás surjan preguntas: ¿por qué necesitamos que algo sea espectacular para prestarle atención? ¿Qué revela esto sobre nuestra relación con el entorno?

Bajo su apariencia deslumbrante, esta propuesta plantea una crítica sobre nuestra superficialidad como sociedad. Nos hemos acostumbrado a domesticar lo salvaje, a moldearlo para que encaje en nuestras ideas de belleza y sea más fácil de controlar. En ese proceso, hemos perdido el respeto y la conexión con lo esencial. Aquí, la roca, cubierta de espejos, no solo refleja la luz; también refleja nuestra desconexión. Nos devuelve nuestra propia imagen multiplicada en miles de destellos, como un recordatorio de que, aunque lo auténtico está presente, preferimos lo diseñado para agradarnos y para compartirlo en nuestras redes sociales.

No pretendemos ofrecer respuestas, pero sí plantear preguntas necesarias. Invitamos a sentarse, observar el juego de luces y reflexionar: ¿podríamos aprender a mirar lo auténtico con nuevos ojos? ¿O seguiremos buscando solo aquello que brilla, pero no nos ilumina?

En términos prácticos, considerando la dificultad de transportar una gran roca a un espacio público, planteamos la posibilidad de crear una roca artificial con cemento o cartón piedra y una estructura metálica. Este enfoque reduciría el peso y facilitaría su instalación en la plataforma giratoria, manteniendo el carácter esencial de la obra sin recurrir a materiales sintéticos. Por supuesto, siempre contamos con la colaboración de voluntarios locales para ayudarnos a vestir la roca con el brillo y el glamour que imaginamos.

Por cierto, la idea de usar el concepto de bola de discoteca para dar brillo a lo que nadie mira ya nos lleva rondando la cabeza desde 2014, cuando pensamos en cubrir anodinos elementos de mobiliario urbano con espejos minúsculos que brillaran, celebrando el uso compartido y gratuito del espacio público , «Celebrando el espacio público».

 

 

 

To Arms! (A Christmas exercise that will never come to light) / A las armas!!!! (un ejercicio navideño que nunca verá la luz)

 

We are now in the holiday season, a period that, in terms of lighting, displeases us due to its ostentation and lack of aesthetic taste. Furthermore, we cannot stop thinking about the exorbitant spending of public budgets and the energy consumption it entails every time we step outside. Our cities seem to measure their relevance by the height of their Christmas trees and position themselves on tourist maps based on the brightness they project into space.

Since we began working with light, we have taken advantage of this season to carry out an aesthetic and reflective exercise in the form of a provocative Christmas decoration. We’ve ventured into the streets to create guerrilla art pieces, and we also enjoy imagining projects that, although we know they will never be realized, summarize concerns or events that deeply unsettle us.

Our proposals have addressed numerous contemporary issues. From environmental concerns to social reflections, we have tackled problems that worry us. Recently, the topic of war has taken over our imagination. Every day we feel it closer, and we need to highlight the absurdity of ignoring it while decorating our cities with bright and ornamental lights.

This year, we’ve fantasized about a large-scale piece (dreaming is free). We imagined trees and garlands typical of the season, constructed from illuminated toy weapons. In our vision, these weapons would come from donations by families who decide to remove them from their children’s play routines.

Ideally, we hope that, upon seeing these colorful plastic weapons transformed into Christmas decorations, people would question whether it is truly necessary to give these kinds of toys as gifts and what values we are transmitting with them. Most importantly, they would reflect on why we celebrate so ostentatiously while witnessing, in real time, how children suffer and die in wars of hatred that have nothing to do with them.

Whether we like to admit it or not, war is becoming increasingly present in our reality, and toy weapons, even if made of plastic, perpetuate an idea we should not normalize.

We imagine a large mountain or tree filled with toy pistols, rifles, and machine guns, serving as a colorful and luminous monument to disarmament and surrender. Transforming objects traditionally tied to war imagery into a piece displayed on the streets might make us pause, even briefly, to consider what we teach and transmit to children and what we wish for their future.

The proposal would be simple to execute, using the conical structures often rented in towns to set up Christmas trees. These would be covered with toy weapons illuminated from within, transforming them into an explosion of color and recognizable shapes. The garlands would follow the same logic: the lights crossing the streets would be adorned with toy weapons of various sizes and colors, tangled together in a chaotic but luminous display.

Let’s be realistic: this proposal will never come to fruition. Not because it is technically complicated, but because it feels uncomfortable during a festive season full of «good» love and consumerist excess. Furthermore, its execution would require significant logistical effort and considerable dedication from all parties involved. It would involve finding institutions and associations willing to participate in collecting the toys over an extended period, coordinating all the logistics, and finally producing the project.

But since imagining is something we excel at, we leave this light proposal here, one that will never see the light of day. And in the meantime, we remain in the dark to celebrate, as we do every year, that we don’t have much worth celebrating.

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Ya estamos en la época navideña, un periodo que, lumínicamente, nos desagrada por la ostentación y la falta de gusto estético. Además, no podemos dejar de pensar en el gasto desorbitado de los presupuestos públicos y el consumo energético que conlleva cada vez que salimos de casa. Nuestras ciudades parecen medir su relevancia por la altura de sus árboles navideños y se posicionan en los mapas turísticos según el brillo que proyectan al espacio.

Desde que comenzamos a trabajar con la luz, hemos aprovechado estas fechas para realizar un ejercicio estético y reflexivo en forma de decoración navideña reivindicativa. Hemos salido a la calle a crear piezas de guerrilla y también nos gusta imaginar proyectos que, aunque sabemos que nunca se llevarán a cabo, resumen preocupaciones o hechos que nos inquietan profundamente.

Nuestras propuestas han abordado numerosos temas de actualidad. Desde cuestiones medioambientales hasta reflexiones sociales, hemos tratado problemáticas que nos preocupan. Últimamente, el tema bélico se ha apoderado de nuestro imaginario. Sentimos la guerra cada vez más cerca y necesitamos mostrar lo absurdo de ignorarla mientras decoramos nuestras ciudades con luces brillantes y ornamentales.

Así que, este año, hemos fantaseado con una pieza navideña de envergadura (soñar no cuesta). Imaginamos árboles y guirnaldas típicos de estas fechas, construidos con armas de juguete iluminadas. En nuestra visión, estas armas provendrían de donaciones de familias que deciden retirarlas de la rutina de juegos de sus hijos.

Idealmente, suponemos que, al encontrar estas armas plásticas y coloridas transformadas en decoración navideña, las personas se cuestionen si realmente es necesario regalar este tipo de juguetes y qué valores estamos transmitiendo con ellos. Y, lo más importante, reflexionar sobre por qué celebramos de forma tan ostentosa mientras vemos, en directo, cómo la infancia sufre y muere en guerras de odio que nada tienen que ver con ellos.

Nos guste o no reconocerlo, la guerra está cada vez más presente en nuestra realidad, y los juguetes bélicos, aunque sean de plástico, perpetúan una idea que no deberíamos normalizar.

Nos imaginamos una gran montaña árbol lleno de pistolas, rifles y metralletas de juguete, a modo de monumento infantil al desarme y la rendición, con un aire colorido y luminoso. Transformar objetos propios de la iconografía bélica, en una pieza expuesta en las calles, podría hacer que, por un rato, pensemos en lo que enseñamos y transmitimos a los niños, y sobre lo qué deseamos para su futuro.

La propuesta sería sencilla de ejecutar, utilizando las estructuras cónicas que suelen alquilarse en los pueblos para montar árboles navideños. Estas se cubrirían con juguetes bélicos iluminados desde el interior para transformarlos así en una explosión de color y formas reconocibles. Las guirnaldas seguirían la misma lógica: las luces que cruzan las calles estarían llenas de armas de juguete de diferentes tamaños y colores, entrelazadas en una maraña caótico luminosa.

Seamos realistas: esta propuesta nunca se llevará a cabo. No porque sea técnicamente complicada, sino porque resulta incómoda para estos momentos festivos cargados de amor del bueno y de derroche consumista. Además, su ejecución requeriría un gran esfuerzo logístico y una dedicación considerable por parte de todos los implicados. Habría que encontrar instituciones y asociaciones dispuestas a involucrarse en la recolección de los juguetes durante un largo tiempo, coordinar toda la logística y, finalmente, producir el proyecto.

Pero, como imaginar se nos da bien, dejamos aquí esta propuesta de luz que nunca verá la luz. Y mientras tanto, nos quedamos a oscuras para celebrar, como cada año, que no tenemos mucho bueno que celebrar.

 

Liquid Light Warning / Adventencia de luz líquida

 

 

We remain deeply affected by the recent events in Spain last month, where a DANA devastated the lives and belongings of thousands of people—something we can all relate to.

Seeing water rise over two meters high, sweeping everything in its path, serves as a stark reminder of how vulnerable we are to phenomena that, unfortunately, are no longer exceptional.

Spain, with its extensive coastline and torrential rains, is among the most exposed countries. However, this is a global issue that affects us all, even if some still perceive it as something distant, exclusive to developing nations or cities with poor infrastructure.

Here in Europe, despite our high standard of living, we are experiencing dramatic consequences: floods, extreme storms, and flash floods are becoming increasingly frequent, driven by rising ocean temperatures.

While this was happening, many celebrated unseasonably warm November weather, and municipalities flaunted increasingly ostentatious Christmas decorations.

At the same time, the COP29 World Climate Summit was being held—a gathering that, far from offering real solutions, remains constrained by vested interests that prioritize economic benefits over climate action.

Amid this bleak panorama, and always thinking through the lens of light, we envisioned a visually striking yet relatively simple piece that could serve as a luminous reminder of what has occurred—something anyone could understand.

The idea is simple: a line of LED lights tracing the profile of moving water. The light, passing through these undulating, irregular shapes, would create a flowing liquid effect that runs along the facades of streets and avenues.

We would position these lines two meters above the ground, symbolically marking the water level reached in Valencia.

This installation could appear anywhere in the world, highlighting that what seems distant today could soon leave a mark on our own lives.

Our work does not seek to celebrate; it is a warning. Light, typically associated with joy, here becomes a reminder of our collective responsibility. Every day that climate action is delayed brings us closer to an uncertain future. If we do not act soon, what is exceptional today will become the norm, and no welfare state will be able to withstand it.

In summary, we propose a luminous mark on the urban horizon to remind us that what we ignore today will inevitably catch up with us tomorrow.

We hope we can bring this vision to life soon.

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Seguimos impactados por los recientes eventos en España el mes pasado, una DANA ha devastado la vida y las pertenencias de miles de personas, algo con lo que todos podemos identificarnos.

Ver cómo el agua alcanzó más de dos metros de altura, arrasando todo a su paso, es un recordatorio de lo vulnerables que somos ante fenómenos que, lamentablemente, están dejando de ser excepcionales.

España, con su extensa costa y lluvias torrenciales, está entre los países más expuestos. Sin embargo, este es un problema global que nos afecta a todos, aunque algunos aún lo vean como algo lejano, exclusivo de países en desarrollo o ciudades con infraestructuras deficientes.

Aquí en en Europa, con nuestro alto nivel de bienestar social, estamos experimentando las consecuencias de manera dramática: inundaciones, tormentas extremas y riadas son cada vez más frecuentes, impulsadas por el aumento de la temperatura de los océanos.

Mientras esto ocurría, muchos celebraban temperaturas primaverales en noviembre y los ayuntamientos instalaban y presumían de sus decoraciones navideñas cada vez más ostentosas.

Al mismo tiempo, se celebraba la Cumbre Mundial del Clima COP29, un evento que, lejos de ofrecer soluciones reales, sigue condicionado por intereses que priorizan beneficios económicos sobre la acción climática.

Con este panorama desolador en mente y pensando a través de la luz, se nos ha ocurrido una pieza, visualmente llamativa y relativamente fácil de resolver, que podria servir de recordatorio lumínico de lo que ha ocurrido y que cualquiera podría comprender.

La idea es sencilla: una línea de leds que dibuje el perfil del agua en movimiento. La luz, al atravesar estas formas onduladas e irregulares, crearía un efecto de fluidez líquida que recorrería las longitudinalmente fachadas de calles y avenidas.

Colocaríamos estas líneas a dos metros de altura, marcando simbólicamente el nivel que alcanzó el agua en Valencia.

Esta instalación podría aparecer en cualquier lugar del mundo, señalando que lo que nos parece lejano, puede acabar marcar nuestras vidas antes de lo esperado.

Nuestra obra no busca celebrar; es una advertencia. La luz, habitualmente asociada a la alegría, se convierte aquí en un recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva. Cada día que se posterga la acción climática nos acerca a un futuro más incierto. Si no actuamos pronto, lo que hoy es una excepción será la norma, y ningún estado de bienestar podrá soportarlo.

En resumen, proponemos una marca luminosa en el horizonte urbano que nos recuerde que lo que ignoramos hoy será lo que nos alcance mañana.

Ojalá pronto podamos materializarla.

Hanging landscapes. A low-tech intervention made up of white fabric, wind, light, and a clean smell / Paisajes Tendidos. Intervención bajamente tecnológica hecha con tela blanca, viento, luz y olor a limpio

 

 

An old piece redrawn.

We remain determined to carry out this piece that we conceived in 2021, right after the pandemic. It reflects our way of working: simple and far removed from complex technologies, with the aim of expressing ideas clearly and evocatively.

In case it wasn’t entirely clear what it was about, we wanted to improve it visually, seeking to make it even more understandable.

As we have always acknowledged, technology is not our thing. This might seem curious, considering that our activity is connected to technical advances. However, we remain focused on exploring simple concepts that awaken emotions, critical thoughts, social commitment, or memories of times when life seemed kinder and more genuine.

Haven’t you ever wished to return to childhood, running freely among laundry flapping in the wind? This moment, so often represented by artists, inspires our proposal. With Hanging Landscapes, we want to recreate this dreamy scene and turn it into a tangible experience, in spaces where it would normally be impossible.

The installation would consist of an immense clothesline full of illuminated sheets, moved by the wind or a gentle intervention. The fabrics, arranged in long rows with pathways in between, would allow people to enter, get lost, and enjoy the touch and smell of clean laundry. It would be a place to take refuge, letting the senses transport them to times when life seemed simpler and more serene.

We envision this project in landscapes degraded by human activity, as a symbolic gesture of recovery, or in iconic urban settings, offering a poetic respite amidst the hustle and bustle. It could also be installed in parks, where people already seek a connection with nature. We are open to suggestions, as the experience we want to convey knows no boundaries.

Although it may seem humble, a clothesline combines the most sustainable technologies: solar and wind energy in perfect synchrony. Its beauty lies in this simplicity.

Inspired by the master Angelopoulos, we have adapted his visual imagery to our luminous practice, thinking of a piece that not only transforms spaces but also invites reflection and connection with the essential.

Drawings by Marta Menacho.

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Antigua pieza redibujada.

Seguimos empeñados en llevar a cabo esta pieza que ideamos en 2021, recién salidos de la pandemia. En ella se refleja nuestra manera de trabajar, sencilla y alejada de tecnologías complejas, con el objetivo de expresar ideas de forma clara y evocadora.

Por si no estaba muy claro de que va, hemos querido mejorarla visualmente, buscando que sea aún más comprensible.

Como siempre hemos reconocido, la tecnología no es lo nuestro. Esto podría parecer curioso, considerando que nuestra actividad está conectada con los avances técnicos. Sin embargo, seguimos enfocados en explorar conceptos simples que despierten emociones, pensamientos críticos, compromiso social o recuerdos de momentos en los que la vida parecía más amable y genuina.

¿Nunca habéis deseado volver a la infancia, corriendo libres entre ropa tendida al viento? Este instante, tantas veces representado por artistas, inspira nuestra propuesta. Con Paisajes Tendidos, queremos recrear esa escena soñadora y convertirla en una experiencia tangible, en espacios donde normalmente sería imposible.

La instalación consistiría en un inmenso tendedero lleno de sábanas iluminadas, movidas por el viento o una suave intervención. Las telas, dispuestas en largas filas con pasillos entre ellas, permitirían a las personas adentrarse, perderse y disfrutar del roce y el aroma de la ropa limpia. Sería un lugar donde refugiarse, dejando que los sentidos los transporten a tiempos en los que la vida parecía más sencilla y serena.

Visualizamos este proyecto en paisajes degradados por la acción humana, como un gesto de recuperación simbólica, o en entornos urbanos icónicos, ofreciendo un respiro poético en medio del ajetreo. También podría instalarse en parques, donde las personas ya buscan conectarse con la naturaleza. Estamos abiertos a sugerencias, porque la experiencia que queremos transmitir no tiene fronteras.

Aunque pueda parecer humilde, un tendedero combina las tecnologías más sostenibles: energía solar y eólica en perfecta sincronía. En esta simplicidad reside su belleza.

El maestro Angelopoulos nos visualizó la idea, y nosotros la hemos adaptado a nuestro interés lumínico, pensando en una pieza que no solo transforma espacios, sino que también invita a la reflexión y a la conexión con lo esencial.

Dibujos de Marta Menacho.

 

Showing What Aches / Mostrando lo que duele

 

In recent times, we have seen how easy it is to lose our health and how complicated life becomes without it.

We have seen that although advances in medicine have managed to minimize the effects of all kinds of diseases and pandemics, we will always be exposed to health crises, most of which are caused by the misuse we are making of our natural resources and by the overexploitation to which we subject the planet.

Not only our health is bad, but also that of the planet and the society in which we live, which in times of crisis tends to show its most unhealthy and selfish character.

Here, in the privileged first world, medicine spares no effort to make our life long, healthy, comfortable and aesthetic, but even so, we have seen how the global health system collapses in a resounding way and health concerns have been installed in all areas of life.

We have also witnessed it being speculated upon and a few in the spheres of power, enriching themselves with the suffering of the majority.

“Showing What Aches” is a project with which we want to make visible how sick we are. Our life hurts and we want to show it publicly.

To carry out the idea, we would use x-rays provided by citizens, which we would receive by email and that we would print on acetate and place on light screens as hospital negatoscopes.

The X-ray displays, as Christmas lighting, will be backlit and hung in a main street, thus giving visibility to the diseases of the citizens and the bones that we all carry inside us and that makes us equal before the X-rays.

We thought of this piece just after the pandemic and it was beautifully illustrated by Lorenzo Martinez Zamora and Elena Baño Roig @ele.que.elen. Now we take it back and make it more real, to make it easier to understand without having to leave anything to the imagination.

We are looking forward to carrying it out.

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En los últimos tiempos, hemos podido comprobar lo fácil que es perder la salud y lo complicada que se vuelve la vida sin ella.

Hemos visto, que a pesar de que los avances en la medicina han logrado minimizar los efectos de todo tipo de enfermedades y pandemias, siempre vamos a estar expuestos a crisis sanitarias, que en su mayoría son provocadas por el mal uso que estamos haciendo de nuestros recursos naturales y por la sobrexplotación a la que sometemos al planeta.

No sólo nuestra salud es mala también la del planeta y la de la sociedad en la que vivimos, que en tiempos de crisis suele mostrar su carácter mas enfermizo y egoísta.

Aquí, en el primer mundo privilegiado, la medicina no escatiman esfuerzos por hacer que nuestra vida sea larga, saludable cómoda y estética, pero aun así, hemos visto como el sistema sanitario mundial colapsa de manera estrepitosa y las preocupaciones sobre la salud se han instalado en todos los ámbitos de la vida.

También hemos sido testigos de cómo se especula con ella y unos cuantos en las esferas de poder, se enriquecen con el sufrimiento de la mayoría.

«Mostrando lo que duele» es un proyecto con la que queremos visibilizar lo enfermos que estamos. Nos duele la vida y queremos manifestarlo públicamente.

Para llevar a cabo la idea, usaríamos radiografías cedidas por los ciudadanos, que nos harían llegar por correo electrónico y que nosotros imprimiríamos en acetato y colocaríamos sobre pantallas de luz a modo de negatoscopios de hospital.

Los expositores de radiografías a modo de iluminación navideña, serán retroiluminados y colgado en una calle principal, dando así visibilidad a las enfermedades de los ciudadanos y a los huesos que todos llevamos dentro y que nos iguala ante los rayos X.

Esta pieza la pensamos justo después de la pandemia y nos la ilustró maravillosamente Lorenzo Martinez Zamora y Elena Baño Roig @ele.que.elen. Ahora la retomamos y hacemos mas real, para que sea mas fácil de comprender sin tener que dejar nada a la imaginación.

Deseando estamos llevarla a cabo.